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viernes, 12 de febrero de 2021

Protec-chic

 Protec-chic



Lidia Guadalupe Ruiz Miranda 

Hoy en día sabemos que la seguridad y la violencia contra todos, pero principalmente hacia las mujeres es un tema del que todos hablan. 

Dentro de las ciudades hay colonias, barrios o manzanas, que hay “bandas” de personas que quieren sentirse, superiores o dueños del lugar, creyendo que pueden atacar, molestar, abusar o amenazar a personas vulnerables en el mayor de los casos mujeres, es por esto que se ha pensado en la creación de “proctec-chic”. Una herramienta para la autodefensa, el brindar una protección y el poder salir con mayor seguridad y confianza a la calle es una de los principales retos de “protec-chic”.

Esta herramienta esta echa para detectar con ayuda de unos electrodos instalados a tu cuerpo, para que, a la sensación de miedo o inseguridad, protec-chic se active. Esto será gracias a la adrenalina en el cuerpo se refleja como intranquilidad, miedo, angustia, el corazón palpita más rápido, dejando efectos secundarios o secuelas en nuestro organismo y estos se presentan como nauseas, vomito, insomnio e incluyo puede llegar a un paro cardiaco.

Siendo una defensa contratacando a la o las personas que quieran agredirte, “protec- chic” te garantiza que estarás protegida El poder salir a la calle sin miedo y con toda la seguridad que no serás agredida por nadie. 

Este instrumento será pequeño para que no sea percibido por el o los agresores, tendrá la apariencia de un lipstick, cada chica podrá tener, desde el color y diseño personalizado, además este gran aparato, tiene la opción para que vinculado con el celular seas la única persona que pueda hacer uso de él. Y así poder evitar que sea manipulado por personas que no deben y tener un mal uso.

Así es como “protec-chic” confía en que la violencia disminuirá en un notable porcentaje en todo el país y poder ser el futuro guardia personal. 

miércoles, 10 de febrero de 2021

Vieliscente

 Vieliscente


Michelle Jiménez


Vocablo del español usado para denominar un conjunto de problemas de salud,

relacionados con el desgaste del cuerpo tales como: dolor de espalda, de

articulaciones, vista cansada y sueño constante; que se manifiestan comúnmente

en adultos jóvenes de entre 20 y 30 años de edad. Se trata de un término

compuesto por dos palabras y cuya morfología y significado se derivan de la

combinación de estas dos formas distintas (Vie=del español Viejo, liscente=del

español Adolescente) que semánticamente expresan una sola idea. Las palabras

integradas a partir de estas características son parte de la denominada morfología

derivativa.

Se llama vieliscente al adulto que aqueja dolencias consideradas prematuras para

su edad. En la actualidad es cada vez más común que los jóvenes presenten

problemas de salud derivados del desgaste de sus cuerpos. Sin embargo,

determinados estudios han revelado que en algunos casos la vieliscencia es el

resultado de la poca actividad física derivada del sedentarismo moderno. Estos

estudios plantean que dicha condición se presenta con mayor frecuencia en

aquellas personas que no realizan ningún deporte, que caminan poco e incluso

que pasan largas jornadas laborales sentados. Incluso se han registrado casos en

los que este padecimiento se manifiesta de manera severa en enfermedades

crónicas como resultado de años de descuido en la salud.

Este término es característico del léxico del español mexicano en hablantes

jóvenes. Sin embargo, antropólogos y lingüistas de diferentes regiones de América

Latina, han registrado su uso en sociolectos –en su mayoría de estratos sociales

usualmente pobres– de países como Guatemala, Cuba y Costa Rica. Estos datos

revelan desde el inicio una discrepancia en el uso del mismo término entre unas

regiones y otras en donde la clase social tiene relevancia. Los investigadores han

revelado que el uso de vieliscente en México tiene razón de sátira, al puntualizar

que una persona demasiado joven se siente vetusta. Por otra parte, el empleo de

la misma voz en regiones pobres de los países antes mencionados, refiere a un

motivo de enfermedad prematura.

Este vocablo se registró por primera vez en las bases de datos de redes sociales

como Twitter y Facebook en el 2013, cuando un gran número de usuarios de

dichas plataformas manifestaron sus molestias y se compararon con sus padres o

incluso abuelos. Con el paso del tiempo, y a una velocidad sin precedentes

motivada por los medios de comunicación masivos, vieliscente acabó por

establecerse como una nueva palabra del español. La entrada de vieliscente al

diccionario oficial de la Real Academia Española (RAE) data desde el año 2018

cuando el Consejo Oficial de dicha institución acordó que su uso era común a una

gran parte de los hablantes del español. De allí, que para la actualidad este

término forme parte del diccionario digital de la academia y sus versiones

impresas.

viernes, 22 de enero de 2021

El cultivo del amor

 El cultivo del amor

Lidia Guadalupe Ruiz Miranda

 


En una gran empresa de productos agrícolas –principalmente de verduras–, en el interior de uno de los contenedores, dos semillas se amaban intensamente, crecieron juntas dentro de un frondoso jitomate, ahí nació su amor, se aferraban una a la otra. Tenían mucho miedo y estaban desconcertadas porque no sabían qué sucedía. El ruido


por las grandes maquinarias era algo nuevo para estas semillitas. 

La planta de ese jitomate era la más grande y bonita, fue cultivada por un campesino de edad avanzada, el día en que la sembró, él lloraba recordando a su amada esposa. Fueron muy felices compartiendo la vida durante más de 55 años, habían pasado tan solo dos meses desde que ella murió. Las lágrimas del campesino fueron las que transmitieron y alimentaron el sentimiento puro y honesto, gracias a este gran amor, los plantíos de jitomates crecían llenos de grandes frutos.

Cuando llego el día de la cosecha, las semillas sintieron el movimiento, la angustia se apoderó de ellas no sabían qué iba a suceder, solo sentían que las agitaban como sonajas, ya que los jitomates fueron cortados y trasladados a la fábrica.

A los pocos minutos ya no hubo más sonidos, en la oscuridad, llenas de miedo e incertidumbre las semillas se buscaban. Un hombre tomó el paquete en el que quedaron, como las semillas hacían mucho movimiento, este supuso que algún insecto estaba adentro, lo abrió y no encontró nada, entonces lo volvió a sellar. El jitomate con aquellas semillas enamoradas fue guardado, ya que en esta fábrica para que no se desperdiciara nada, las frutas o verduras que estuvieran defectuosas las conservaban para que en el tiempo de cosecha fuera utilizado.

Las semillas lograron estar juntas, así pasaron algunos meses, abrazadas en total silencio y obscuridad. Durante ese tiempo tranquilo y de silencio las semillitas aprovechaban el tiempo para estar en unión.

Hasta que fuertes movimientos las despertaron de su largo tiempo de tranquilidad, era temporada para la siembra, unas manos abrieron el paquete con jitomates maltratados el aire entró renovando su energía, al salir contemplaron cómo la tierra les daba la bienvenida, eran muchas hectáreas de tierra labrada, húmeda y bañada por los rayos del sol.

“Llegamos a nuestra casa” dijeron y celebraron alegres.

Entonces, un campesino separo cada semilla de los jitomates maltratados para enterrarlas y así poder obtener varias plantas, desafortunadamente las semillas enamoradas quedaron sembradas a un metro de distancia.

La angustia se apoderó de nuevo de ellas, pero seguramente harían lo posible para volverse a ver y estar juntas. Paso el tiempo y las pequeñas semillas se empezaban a transformar en plantas gracias al sol y a la humedad en la tierra ayudo a que las raíces de estas se unieran, entonces hicieron crecer sus ramas, las extendieron intentando abrazarse, por fin lo lograron, sus ramas se enredaron fuertemente, desde la raíz su amor las hizo florecer, desde ese momento los frutos que estas plantas concedían nos brindaban algo especial, al ser consumidos.



domingo, 17 de enero de 2021

Las noches que salí a trotar

 Las noches que salí a trotar





Adrián de Jesús Moreno Casas

¿Te ha pasado alguna vez que un amigo o un familiar te aconseja hacer algo con tu tiempo libre? Ya sabes, leer, correr, salir o escribir ese algo que te ayude a mantenerte ocupado. Aquello que encontraste para hacer, te ayudara a distraerte un poco del estilo de vida tan abrumador que llevas. 

En mi caso fue el trotar por las noches. Como toda actividad la inicie un poco con resistencia, no tenía esa apertura o diciplina para llevar a cabo el trotar todas las noches. Recuerdo muy bien mi conflicto inicial: decidir la hora de mi partida. El trotar solo en los fines de semana implica de cierta forma algunos peligros y más si vas solo, por eso es importante hacerlo en compañía de alguien. Claro, esto de pende del lugar en donde quieras practicar esto o simplemente por la hora en que quieras hacerlo.

Al inicio yo quería iniciar mi actividad por las tardes, pero como todo humano, mis escusas iban desde: “No tengo tiempo”, “tengo cosas que hacer en la casa” o simplemente “no tengo motivación”. En casos como estos agradezco tener un hermano que tiene más diciplina que yo. Fue él quien me ayudo a motivarme acompañando mis recorridos nocturnos. Por muy trillado que suene, creo que a veces simplemente necesitamos a una personita que nos impulse a iniciar algo nuevo o que simplemente nos acompañe durante nuestro proceso de cambio. 

Cada día de hace más fácil me repetía a mí mismo mientras caminábamos durante un par de horas en las noches frías del inicio del año, incluso si llovía muy poco nos contagiábamos de esas ganas de salir y no poner excusas. Pero otros días simplemente no podía seguir el paso, solamente me cansaba antes de llegar a la mitad del final de nuestro recorrido, honestamente quise renunciar en mas de una ocasión, ¿tenía algún sentido seguir con esto? Esa pregunta recorrida mi mente por algunos días. 

Después me pregunte ¿Qué es la motivación o que es eso que nos impulsa a ir más allá siempre?  Generalmente cuando hablamos de motivación nos referimos a esa fuerza interna o externa que actúa sobre nosotros, ese algo dispara o sostiene una conducta en nosotros, esta misma intención nos permite crear o intentar cosas nuevas. 

Así que se puede decir que la motivación para hacer cosas en estos tiempos de contingencia es súper importante, incluso el realizar cosas como lo son el leer o escribir necesitan una razón. El inicio de todo proyecto también necesita esta fórmula casi mágica llamada motivación y ésta es más necesaria cuando se requiere en proyectos personales. Dichos proyectos pueden ser desde el cambiar nuestro aspecto físico, emocional o laboral. 

Todos hablan de la motivación y de las muchas formas que se pueden encontrar para obtener un poco de esta motivación, en mi caso el hacer algo tan simple como el trotar con mi hermano por las noches me lleno de ganas para realizar tareas que antes no hubiera realizado. Una vez que empecé con esta simple actividad inicio en mí una gran disposición por realizar más tareas en el hogar y poco a poco intentar mejorar mis hábitos de lectura. 

Y es cuando tienes esa motivación te dan ganas de practicar algo que no hacías desde hace tiempo o incluso de practicar algo nuevo. El generar hábitos es algo complicado, se dice que se necesitas 15 días de repeticiones para generarlo, y me parece curioso que con tanto tiempo libre no utilicemos un poco para algo más que perder el tiempo en el teléfono viendo una cantidad enorme de memes o chistes que nos parecen graciosos, también pasar horas frente a la computadora o la televiso, en el caso de que no tengamos un trabajo o clases incluso.

Estoy seguro de que muchos de nosotros podemos tener una pequeña biblioteca en algún rincón de la casa o de nuestro cuarto lista para ser leída.  Son momentos como estos que podemos aprovechar y sacar todo aquello que nos aqueja y enforcarlo en nuestro creciente personal, emocional e intelectual.

Concluyendo con este par de líneas, para motivarnos no es tan necesario algo tan increíble que nos cambie la vida y que nos haga reflexionar tan profundamente. Podemos hallar suficientes razone en actos tan simple como la camita o la lectura. Gracias a todo esto podemos llegar a muchas partes que desconocíamos de nosotros y de nuestro entorno. Es importante el seguir avanzando y seguir creciendo como personas.  

miércoles, 6 de enero de 2021

El vestido

                             El vestido

Michelle Jiménez

Nunca estuve seguro de cómo mirarla; ni siquiera me atrevía.

 

 El gentío se apelotonaba al ritmo de Louie Louie de los Kingsmen y ahí, entre los fragmentos de personas, estaba ella. Inés había pasado a buscarme junto con otros amigos a mi casa en Tierra Blanca. “Vamos, Mateo” me decían “vamos que va a estar bueno”. Yo nunca fui muy participe de los bailes, no me gustaban las multitudes, ni el jueguito de sacar a una chica a bailar, pero más me hartaba escucharlos insistir. Me puse una camisa verde, la menos gastada que tenía entre mis trapos, con una corbata azul que me había heredado mi hermano Juan. Descolgué mi traje, ese que usaba para las ocasiones especiales y para las menos especiales también, porque era el único que tenía. Boleé mis zapatos, los que me hizo mi papá allá en mi tierra hace unos años, antes de que me fuera. Inés llegó preciosa, con un vestidito amarillo que resaltaba sus ojotes verdes y no soltó mi brazo ni un momento. Era menudita, pero aún así me jaló con una fuerza impactante para bailar Great balls of fire, su canción favorita.

Ahí estaba, inmerso sin remedio en una de las diversiones más inocentes que han existido. A estas alturas ya hasta lo disfrutaba, aunque todavía me duraba la vergüenza de haberme caído por las escaleras cuando al entrar pisé un cubito de hielo. Pasadas ya las 10 de la noche –muy tarde en aquella época– logré escabullirme por la parte de atrás para tomar aire. Hacía una noche bonancible, y eso que no sabía bien qué significaba, lo acababa de leer en uno de mis libros, pero me pareció la palabra adecuada para describir ese cielo. En mi ignorancia, creí que ese momento iba a ser la cúspide de mi noche, y mientras yo pensaba en eso, al otro lado de la ventana estaba ella. Muy a mi pesar, me dispuse a regresar al lado de Inés y todos los de la pensión que andaban detrás de ella. “Parecen buitres”, me decía a mí mismo. Imagínate, correr entre la marabunta para ofrecerle mi brazo a torcer cuando todavía no se me quitaba la molestia por el tirón que me dio antes. Yo no encontraba sentido a semejante salvajada, todavía me quedaba dignidad. Pero no conocía a nadie más en el salón y como irme no parecía opción, me rendí a pasar el rato.

Apenas los había comenzado a buscar cuando sentí el vértigo, ese que ya jamás me iba a abandonar. Es que nunca antes había visto tanta gracia unida en un cuerpo tan chiquito. Si me dijeran que su mismísima hada madrina la había trajeado, lo hubiese creído de inmediato. El entallado superior se amoldaba suavemente en las hendiduras de su figura afilada y las líneas en los pliegues de su vestido parecían haber sido trazadas con un estilógrafo: lo más finas, lisas y delicadas. Tenía la falda ligera, parecía que le habían metido cachitos de nube para esponjarla y un lacito enmarcaba su cintura como un regalo impensado. Se distinguía entre la muchedumbre con su atavío azul petróleo, igual que el pequeño lunar arriba de su labio resaltaba en su tez blanca. Si uno se acercaba lo suficiente, podía vislumbrar pequeños destellos por toda la tela, como si le hubiesen soplado partículas de estrella, las mismas que centelleaban en sus ojos. La inexperiencia me tenía prendado de su persona. Ya todo se había desenfocado y yo reñía conmigo mismo paradisimular mi ímpetu por siquiera esbozarla con la mirada. El magnetismo proveniente de su espíritu me acercaba a ella, y con cada paso podía ver los recuerdos más deliciosos de la vida que aún no tenía. Solía pensar en el tiempo como una línea continua con un principio y un final. Pero tras la fascinación de su esencia, tuve una premonición de haber vivido a su lado la más grandiosa existencia.

 

Nunca estuve seguro de cómo mirarla; ni siquiera me atrevía a hacerlo por mucho tiempo, porque sabía que apenas me sonriera, yo no volvería a pertenecerme.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Un regalo deseado

                                             Un regalo deseado


Michelle Jiménez

 

En un texto anterior escribí mis opiniones sobre el libro Como una novela de Daniel Pennac, en el que ensaya sus ideas sobre una cuestión que nos atañe a todos: inspirar el amor por la literatura en niños y jóvenes, y los retos que supone hacerlo en un sistema que la usa como tarea o castigo. Con ello en mente, comenté estas reflexiones con mi madre después del desayuno; ella como mamá y profesora, yo como estudiante y promotora de lectura. Nadie ha de extrañarse en saber que nuestras opiniones coincidieron y llegaron a la misma conclusión: no se puede obligar a leer literatura y mucho menos a disfrutarla.

Aidan Chambers, reconocido autor y otro ensayista sobre la relación entre la literatura y los niños, ha puntualizado cómo “la lectura personal, de placer egoísta, queda relegada por el cumplimiento de un plan de estudios” y cómo es así tanto para los estudiantes como para los profesores, ocupando su tiempo en una actividad que, por el contrario, los aleja de la literatura. Aunado a ello, está el hecho de que existe una sobrevaloración de un tipo especial de lecturas: aquellas que son clásicas y meritorias de reconocimiento para la historia literaria, pero que, a mi parecer, son más bien largas y complejas o pueden resultar poco interesantes para la edad de nuestros aprendices.

Todas estas reflexiones me llevaron de vuelta a mis años de estudiante, cuando una profesora puso en mi pupitre una copia de La divina comedia. En ese momento yo conocía muy poco de todo, y en definitiva, ignoraba el valor sustantivo de obras como esa; únicamente vi un libro gordo, escrito de manera poco clara y que no correspondía con mis intereses de entonces. ¿Por qué mi profesora me daría semejante ladrillo de tarea y, además, como actividad para mi tiempo libre? Sería mentira si dijera que lo leí. No lo hice; lo hojeé, lo cargué, lo llevé como una pesa en la mochila, escuché lo que querían que escuchara sobre él, pero no lo leí, aunque lo intenté. No fue sino hasta años después, cuando había madurado como lectora, y por decisión propia, que exploré las líneas de esta obra y pude apreciarlas como es debido. 

Este caso, no fue el único durante mi formación académica. De hecho, si lo pienso un poco, no recuerdo una sola clase de cualquier nivel educativo en el que se me permitiera elegir un libro, siempre lo escogieron por mí personas que no me conocían y que solo cumplían con lo que venía en el programa.

Personalmente creo que esta situación no es ajena a un número considerable de estudiantes. Qué difícil es disfrutar de algo cuando es impuesto, como es difícil no caer en la tentación de saborear un dulce antes de la comida sólo porque nos lo han prohibido. En retrospectiva, me he sorprendido más de una vez yendo al lado contrario sólo porque no quise hacer lo que me dijeron, aun cuando era lo que quería hacer. Y en el tema que nos compete, se ha mencionado hasta el cansancio que la lectura –ya sea de una obra literaria, de un artículo de divulgación científica, etc.– nunca debe tratarse como una obligación, porque de ser así sólo logrará alejarse más y más de una mente joven. Escribo desde mi experiencia.

A todo lo anterior me pregunto: ¿por qué no fui capaz de leer las 127 páginas de El periquillo sarniento, pero sí leí 800 de Crepúsculo en menos de un mes? ¿Por qué no podía anotar ideas sobre un libro en la escuela, pero escribía muchas historias y versos principiantes en mi habitación por la noche? Mi única respuesta es: porque así lo quise, porque nadie me distrajo de lo que quería hacer, porque nadie me obligó, porque nadie eligió por mí, porque cultivé un gusto por la literatura a mi manera.

Pareciera que hemos olvidado que, tal y como lo describe Pennac, las primeras lecturas llegan a nosotros como una suerte de tradición oral: "[...] no es bajo la forma del vocabulario y sintaxis como la Literatura comienza a seducirnos. Acuérdense simplemente de cómo las letras se introducen en nuestra vida. En la edad más tierna, apenas han cesado de cantarnos la canción que hace sonreír y dormirse al recién nacido, se abre la era de los cuentos. El niño los bebe como bebía su leche. Exige la continuación y la repetición de las maravillas; es un público despiadado y excelente. Dios sabe cuántas horas he perdido alimentando con magos, monstruos, piratas y hadas a unos pequeños que gritaban: ¡Más! a su padre agotado". Así, del mismo modo en el que aprendemos nuestra lengua materna, sin darnos cuenta, es como necesitamos amar la lectura.

He tomado entonces como tarea proveer a los niños y jóvenes a mi alcance de oportunidades para explorar entre los libreros, darles el ejemplo de que en las letras hay lugar para todos, afirmar con mi propia experiencia que si no les gusta un libro no significa que no les gusta leer, sino que no era el adecuado en ese momento. Ojalá alguien en mi adolescencia me hubiera dicho que estaba bien no terminar un libro, que estaba bien no comprenderlo, tal vez así no me habría sentido poco inteligente por mi falta de interés. Ojalá se me hubiera dado la oportunidad en la escuela de decir libremente: “no me gustó porque…”

Por último, al margen de estas reflexiones, debemos tener en mente que los adultos no lectores cultivan niños no lectores, y que si los maestros sirven de guías y orientadores, las fuentes perennes del conocimiento están en los libros. Así entonces, es nuestro compromiso como formadores no perder de vista el papel fundamental que tiene la literatura en la vida de los niños, y saber que sólo podremos enseñar si antes leemos amplia y profundamente para nosotros mismos. La literatura es de todos y puede trascender cualquier tipo de barrera humana. Por ello es necesario asegurarnos de que esté ahí, al alcance de nuestros jóvenes en cuanto estén listos para tomarla y ofrecerles un espacio libre en el que puedan decidir por sí mismos qué libro es el que van a tratar de descifrar. En palabras de Chambers: “El lenguaje es una condición del ser humano; la literatura es un derecho de nacimiento. El ejercicio de este derecho implica que cada niño nazca en un ambiente en donde sea posible, esté a su disposición y sea un regalo deseado”.

martes, 3 de noviembre de 2020

Visitas eventuales a las escuelas en tiempos difíciles


Cuando los docentes se comprometen, toman las medidas sanitarias adecuadas, tratan de evitar la reprobación y el abandono escolar.
Visitas eventuales a la escuela para revisar carpetas de experiencias, dejar nuevas actividades y despejar dudas.