Translate

miércoles, 20 de octubre de 2021

Castigos inmerecidos y pensamientos adolescentes


Estamos leyendo la novela Hasta el viento puede cambiar de piel de Javier Malpica, editada por SM. La trama se teje a partir de la desaparición de varias mujeres en un pueblo del desierto. Conforme vamos avanzando en la lectura van surgiendo temas de escritura para los jóvenes de telesecundaria. Los chicos reflexionan alrededor de los castigos inmerecidos de los que en algún momento se han sentido objeto y del sentimiento de irse de la casa familiar por ese motivo. Aquí unos textos al respecto de alumnos de la comunidad de Mesa de la Yerba municipio de Acajete, Veracruz. Muy emotivos y significativos de los sentimientos de soledad de los chicos hoy en día. Estamos escribiendo ficción, pero ficción realista.

Esto es parte del Proyecto Escribir como Lectores impulsado por la Asociación Española de Lectura y Escritura, la Fundación SM y el Centro Educativo Narciso Bassols.




Me fui aquel día sin dejar huella 

                                                                       Adriana Hoyos Durán 

Todavía recuerdo aquel día en que me fui de mi casa sin que nadie lo notara, la única persona que supo de mí fue mi amiga Linda, pues ella era la única amiga que sabía de mis planes; Linda me había ayudado a encontrar un buen lugar para quedarme a vivir. Tiempo atrás yo había hablado con mi primo Eduardo para que me diera trabajo en su restaurant. Eduardo también se había salido de la casa de mis tíos cuando tenía 16 años, ahora él tiene 27 y yo 15. Él nunca me contó por qué se había escapado de su casa, la verdad eso a mí no me importaba, lo único que yo quería era escaparme de mi casa sin que nadie se diera cuenta a donde me había ido. 

Recuerdo como esperé con tanto anhelo ese día, lo planee con mucho fervor, nunca pensé que me quedaría a la perfección. Pero recordar ese día para mí era algo de rutina, todos los días al recordar la manera en que me fui de mi casa me causaba mucha risa… en todos estos meses que estuve lejos, mi vida fue mucho mejor, en mi nuevo entorno de vida ya no existían los reclamos, los regaños, los gritos a diario. Todo iba de maravilla hasta que un día mi hermana Daniela me vio caminando con mi primo Eduardo cerca del lugar donde vivía, no la reconocí a simple vista, pues desde hacía 1 año atrás no la había visto, lo que mas me sorprendió fue que ella sí me conoció, me jaló del brazo y sólo me dijo: --¿Qué haces con él?, yo sólo me quedé mirándola sin decir nada; fue Eduardo quien habló, --hola Daniela ¿Qué acaso no te acuerdas de mí?, ¡soy Eduardo tu primo! Mi hermana se dirigió hacia mí diciéndome --¡Contéstame niña! Te estoy haciendo una pregunta y quiero que me respondas. Hola hermana, le contesté, buenas tardes yo estoy muy bien ¿Cómo ha estado toda la familia? Contéstame lo qué te pregunté, dijo mi hermana.

--Mira hermana no tienes porqué saber qué hago con él, si antes sólo me hablabas para humillarme y hacerme menos, me tratabas con desprecio y asco. Por favor déjame seguir mi camino en paz, te daré mi número de teléfono para que te comuniques conmigo cuando quieras, me saludas a toda la familia; diles que estoy bien, adiós. 

Seguí con mi camino directo a la casa de Eduardo, porque me había invitado a cenar. Jamás imaginé encontrar a mi hermana después de tanto tiempo, no la quería ver, ella fue muy mala conmigo; nunca me quiso como una hermana. Me escapé de mi casa para poder vivir mi vida como siempre quise, tal vez les provoqué tristeza, dolor, angustia y mucha preocupación cuando no me encontraron en la casa, pero esto ellos se lo merecían; ya me tenían harta de tantos problemas, regaños, reclamos, golpes e indiferencias. Ustedes tenían que recibir su propia sanción, debemos recodar que lo qué se hace se paga. Tarde o temprano iban a pagarme una de tantas que me habían hecho. Siempre hubo una persona en especial por la cual tenía muchas razones para largarme de esta casa, pues esa persona es mi mamá, ella siempre me estaba regañando por todo lo que hacía, jamás fui la hija que deseaba, anhelaba una hija idéntica a ella, amaba meterme sus absurdas ideas antiguas, no me permitía nada, todo era peligroso y malo, siempre le buscaba pretexto a las cosas para no dejarme salir, me tenía como una prisionera, me manejaba a su antojo. Pero hubo un día que me cansé de todos ustedes, del trato que recibía por parte de mi madre, por eso me fui de la casa.

Todos mis hermanos me trataban diferente que al resto de la familia, con desprecio, sólo me utilizaban cuando necesitaban que les ayudara con las tareas de mis sobrinos, yo jamás fui importante para ellos.

En ese momento me imaginé regresando a la casa familiar y frente al espejo dije: 

No quería volver a verlos, ni mucho menos regresar a este lugar, me trae muy malos recuerdos estar en este sitio. --¿Y entonces por que regresaste?, me preguntó mi hermano Ángel. No lo hice por alguien, que les quede muy claro que sólo vine porque ahora yo tengo mi propia vida; juré que volvería a poner un pie en este lugar hasta que viniera como una mujer independiente, libre de todos los que me han hecho daño. 

Me dio mucho gusto volver a verlos a todos, ojala y nos volvamos a ver pronto para darnos una explicación detallada de muchas cosas que han pasado en estos 10 años que estuve lejos de ustedes.

Todo esto lo confesé cuando estaba imaginando que estaba de nueva cuenta en mi casa antigua. 

Tiempo después mi hermana Daniela me llamó por teléfono para decirme que mi madre se había muerto.

Solo cabe decir que me dolió mucho alejarme de mi familia por tanto tiempo al enterarme de que mi madre se había muerto.         



La vida hecha realidad

María Guadalupe Martínez San Gabriel

Las cosas por las que a veces quiero desaparecer son: porque luego me regañan por cualquier cosa que no que no he hecho, por ejemplo mi mamá me regaña porque no le hago caso a lo que me diga y también porque me peleo con mi hermano, es donde yo entro en desesperación y digo: ¡Cómo quisiera desaparecer!, irme de este lugar y hacer otra vida lejos de aquí.

A veces quiero desaparecer porque no le importo a la gente y quisiera olvidar las cosas que algún día hice, olvidar las cosas que me pasaron en la escuela o cuando me peleaba con mis amigas o amigos. Como cuando mi papá y mi mamá me regañaban porque anduviera en la calle, con mis amigas.

Un día les grité, les dije: ¿por qué no me dejan hacer mi vida?, ¿qué, no les importo?, ¿no entienden las cosas que yo siento? 

Un día me enfermé y dije cómo quisiera desaparecer para no sentir este dolor que siento, que llevo dentro del corazón o quisiera morirme para no sentir este dolor, para no estorbarle a mi familia y no hacerlos sufrir con mi dolor. 

Creo que yo debo ser la única que quiere desaparecer, la única que se ha encontrado perdida en la vida más de una vez, con esa amarga sensación de desgano que te lleva a replantearte muchas cosas sobre ti misma y tu vida personal.

Recuerdo que a los 12 años al tener mi primera crisis, no sabía quién era ni a donde iba,  cosa que me afectó en exceso por no tener respuestas, caí en un fuerte depresión que me duró un año hasta que finalmente toqué fondo y me encontré con tan solo dos opciones: tomar otra actitud ante la vida e intentar estar a gusto conmigo misma; o salir de esa depresión y ser alguien mejor en la vida y salir de ese agujero.

Esa crisis me hizo conocerme a mí misma. Pero yo no cambiaba de opinión, pensé: cómo me gustaría desaparecer, preocupar a mis papás, a toda mi familia o que se yo. Irme a vivir muy lejos, ser una persona mejor en la vida, cambiar de actitud, estudiar la carrera que quiero, ser maestra o dedicarme a trabajar. 

Me agradaría viajar por el mundo, hacer las cosas que me gustan: me fascina salir a caminar y leer. Pero después pensé que nunca iba a ser un persona mejor y es donde me gustaría desaparecer, olvidar todo lo que algún día hice, pensé ¿Por qué no desaparecer si a las personas no les intereso? No les importo ni a mis seres queridos, preferiría morirme o desaparecer. Así fue mi historia cuando yo quería desaparecer. 


Si desaparezco

          Arturo Durán Martínez 

Yo nunca he querido desaparecer o no he tenido una razón para hacerlo, pero si la tuviera, quisiera que las personas que me regañaron o me hicieron sentir ganas de desaparecer sufrieran o sintieran culpa por hacerme sentir triste. 

Yo me iría lejos donde nadie me conozca y no sepan de mí, pero a la vez siento culpa porque las personas que en realidad me quieren van a sufrir por mí, no quiero eso, aunque el enojo me haga sentir muchas cosas. Yo también los extrañaría y por esa razón no quiero desaparecer.         


Si yo desaparezco

Giovanni Martínez Martínez

 

Si un día me fuera de mi casa porque me regañen por algo injusto, todos me buscarían día y noche en varios lugares y hasta debajo de las piedras. 

Mi familia lloraría porque tal vez algo malo me habría pasado. Ellos no descansarían hasta encontrarme, pero yo estaría lejos en un lugar donde todo fuera bonito lleno de personas buenas y con muchos animales. 

Jamás volvería, pensarían que yo estaría muerto y ya no me buscarían. Una carta le mandaría a mi familia y les diría que ahí soy feliz y que jamás volvería con ellos. 


Cuando quise irme lejos

Mariana Martínez Carmona

Cuando quise desaparecer, irme lejos, para que nadie sepa donde estoy.

Para que todos los que me quieren me busquen, como mi mamá, mi papá, mi abuelo y mis tíos también. Que todos investiguen dónde me encuentro, mis hermanos, hermanas y abuela, mis amigos, también mis vecinos. Que me busquen por todos lados, pero que no me encuentren. Que ahí dónde pensaban que estaría no me encontrarían, porque estaría en otro lugar, enojada porque me regañaron por algo que yo no hice. Si hice algo estaría con otras personas a las que también culparon por algo que no hicieron, como yo. También las buscan sus familias. Todos pensamos que ahí estamos felices, con las plantas, los animales, sin que nadie nos culpe de algo que no hicimos. No nos escuchan que decimos nosotros la vérdad, nos dicen que mentimos.

En algún momento nos va a encontrar la policía, nos entregara a nuestro familiares. Nos van a pedir perdón. Nos van a pedir que regresemos a casa. Ya no nos van a regañar, para la otra nos escucharan y nos harán caso. 



Mi salida

                                                                                                    Ricardo García Hoyos                                                                                              

Yo algún día tendré una desaparición en mi casa por problemas en el hogar, por falta de respeto con los demás. Algún día no sabrán de mí. Yo me voy a salir de mi casa en la madrugada, no sé cuando me iré de la casa de mi abuelita, nada más dejaré una carta que solamente dirá: “Familia, no me busquen más.”No me llevaré nada. Lo que no me gusta de mi familia es la falta de respeto, por eso desapareceré de la casa de mi abuelita