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lunes, 30 de marzo de 2020

Sobre Daniel Cassany: Reparar la escritura

Sobre Daniel  Cassany: Reparar la escritura


Michelle Jiménez


Cualquiera pensaría que señalar los errores en el texto de un estudiante sería suficiente esfuerzo para que éste los asimile y no los cometa de nuevo, pero en realidad rara vez ocurre de ese modo. Personalmente no he tenido suficiente experiencia como docente para saber si esto sucede en todos los casos y en cualquier nivel escolar. Sin embargo, mi propia experiencia aprendiendo a escribir me hace pensar que no puede ser así.

Cuando era pequeña me gustaba escribir historias, las inventaba en cualquier momento y las escribía. Orgullosa, le mostraba los cuadernillos a papá y siempre era la misma situación: él señalaba cada uno de mis errores ortográficos y de redacción, dejando en segundo plano mi creatividad. Esto me molestaba en demasía, por lo que la siguiente vez ponía más cuidado en hacerlo mejor. Así ocurrió por muchos años hasta que, finalmente, papá estaba complacido con mi escritura y disfrutaba de las lecturas.

Sería muy optimista creer que mi historia puede ser la misma de todas las personas. Lo cierto es que son pocos los estudiantes que se detienen a analizar las correcciones en sus tareas, aún menos los que se preocupan por mejorar a partir de esas marcas con tinta roja. Como alumnos muchas veces nos preguntamos cuál es la importancia de escribir “bien” y nos escudamos en la frase “lo importante es que se entienda”; la cosa es que a veces no se entiende. Sin duda la expresión escrita debe ser tan importante como la expresión oral en cualquier ámbito. Pero ¿cómo hacer que los jóvenes tomen en serio reglas que se pueden ignorar tan fácilmente? ¿Cómo hacer que las correcciones de los profesores tengan un efecto eficaz en el desempeño de sus estudiantes?

Daniel Cassany señala que la corrección requiere urgentemente el interés y la dedicación científica de maestros y pedagogos, por ello pone especial cuidado en este tema con su libro Reparar la escritura. En él cuestiona cómo corregimos los textos para realmente mejorar la escritura, que debería ser nuestro verdadero objetivo. Sin embargo, la falta de tiempo es uno de los principales obstáculos para los docentes con muchos alumnos. Por ello es importante que los estudiantes sepan y puedan corregir por sí mismos, convirtiéndose en sus propios correctores de estilo. El autor apuesta entonces por una corrección en la que el alumnado se haga consciente de sus errores y pueda corregirlos reescribiendo el texto para llegar a un producto final que habrá “reparado” por sí mismo. Así, Cassany asegura que la única manera de aprender a escribir, de mejorar un texto, es reescribirlo una y otra vez hasta llegar a una versión que resulte aceptable.

Con la finalidad de brindar herramientas y procedimientos más eficaces para la corrección de textos, además de una parte teórica y de reflexión, la tercera parte del libro se centra en técnicas de corrección (negociación sobre la corrección, marcas de corrección, listas de control, bitácoras, reformulación de un texto) con ejemplos de textos reales que nos sirven de modelo para llevar al aula. Si bien varios de estos procedimientos seguramente ya son utilizados, es importante conocerlos y ponerlos a prueba en el aula, así podremos estar seguros de cuál de ellos funciona mejor para cada grupo.

Con este y otros libros Cassany sigue siendo una buena brújula para todas aquellas personas relacionadas con el ámbito educativo. Valdría la pena revisar sus propuestas con la finalidad de aplicarlas. No nos quedemos en el mero conocimiento teórico.

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